Bajo el cielo rojo del atardecer,
mi alma suspira por el espectáculo que alberga.
El sol se oculta, la luz se desvanece,
y mi ser se sumerge en la belleza que emerge.
Los arreboles son como fuego en el horizonte,
ardiendo con intensidad, alimentando mi espíritu.
En la noche, la oscuridad se adueña,
y mi alma se pierde en la inmensidad que sueña.
Es un regocijo sentir la brisa del atardecer,
suave y delicada, envolviendo todo a mi alrededor.
Y mi corazón late con fuerza, con fervor,
en esta danza de la vida que late con vigor.
Porque la vida es como un poema,
un canto que se escribe en cada atardecer,
y yo me siento como un verso,
en la inmensidad del cielo y la oscuridad del amanecer.